Víctor Murguía // Contrapunto
Carecer de prudencia, poseer una elevada percepción de sí mismo y tener poder generalmente desemboca en malas decisiones y meterse en líos.
Lo vemos ahora con el esposo de Rocío Nahle, candidata de Morena a la gubernatura, José Luis Peña Peña, quien aún no empieza la campaña formal por la gubernatura y ya dice que colaborará con el próximo gobierno, cómo trabajará éste en cuestiones del campo y públicamente realiza promesas y compromisos.
Lógicamente le han llovido críticas, pues lo que dijo en el sur de la entidad no solo rayaría en lo ilegal en el plano electoral, sino que alimenta la percepción de que, como marido, ha intervenido en asuntos clave que únicamente debieron corresponder a su esposa cuando fungió en el importante puesto de secretaria de Energía en el gobierno de López Obrador.
“…Queremos que el campo tenga la mejor tecnología, la mejor tecnología que hay en el mundo la vamos a tener en el campo, porque así lo hicimos en Dos Bocas, en Dos Bocas tuvimos la mejor tecnología del mundo…”, soltó Peña ante ganaderos del sur del estado.
Los veracruzanos han visto lo mal que terminan las intervenciones de las cónyuges de los gobernadores, aunque también ha habido grandes ejemplos de la discreción, ecuanimidad y prudencia.
La señora Teresita Peñafiel se mantuvo casi al margen del gobierno de su marido Rafael Hernández Ochoa. Cuentan que solo en una ocasión, cuando estaban en juego las candidaturas a las alcaldías, pidió que favorecieran a cuatro priistas. En tres le hicieron caso y una petición fue rechazada, la de hacer candidato por Córdoba a Dante Delgado Rannauro.
La señora Esperanza Azcón, esposa de Agustín Acosta Lagunes, en nada intervino en política ni en ninguna decisión gubernamental. El que sí intervino, para mal, fue el hermano (Rafael Acosta) del entonces gobernador.
Mismo caso de la señora Divina Morales, esposa de Fernando Gutiérrez Barrios, total discreción y prudencia. Igual fue con la señora Teresa Morales, esposa de Delgado Rannauro.
La señora Christiane Magnani solo habría planteado que la congregación de San Rafael adquiriera la categoría de municipio libre, separándolo de Martínez de la Torre y habría propuesto a algún funcionario.
Las cosas cambiaron con Fidel Herrera, en donde la señora Rosa Borunda opinaba e influyó en candidaturas, en cuestiones de finanzas, nombramientos de funcionarios y dicen que hasta en la sucesión.
Algo parecido sucedió en el gobierno de Javier Duarte, en donde su esposa Karime Macías tuvo influencia en diversos sectores, igual que su padre, Toni Macías, quien acordaba con funcionarios y ponía candidatos.
Y ahora, recalcamos, aún no se entra siquiera a la etapa de la campaña por la gubernatura e imprudentemente José Luis Peña ya habla en público de que colaborará en el gobierno de su esposa y deja entrever que él intervino en la construcción de la refinería de Dos Bocas, sin recordar todo lo negativo que se ha dicho en torno a eso, por ejemplo, del disparado costo que tuvo, de los contratistas y de supuestos acuerdos que cerraba sin ser funcionario.
En fin, solo abona a la versión de que por eso el coordinador de la campaña de Morena a la gubernatura, el alcalde con licencia de Martínez de la Torre, Rodrigo Calderón, es figura decorativa y las decisiones importantes las toman ella o su marido.